Imagen tomada de twitter @JJLN0468 – Juan Jose Lopez Negrette
Por: Hugo Rincón González
Mientras en el país hay sectores que se empecinan en hacer trizas los acuerdos de paz, otros promueven iniciativas en diferentes regiones buscando construir experiencias que consoliden la armonía incipiente que se dio luego de la firma de los acuerdos entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc. La paradoja entonces es que hay francotiradores contra el proceso que pretenden acabar la JEP, acorralar la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad CEV, extender el clima de crispación y promover la pugnacidad, y otros que silenciosamente trabajan por construir en medio de este caos.
En nuestro país en 26 regiones existen iniciativas para promover el desarrollo y la paz que se agrupan en la Redprodepaz. Desde el surgimiento del primer programa en el Magdalena Medio hace casi 25 años, se fue generando una dinámica que permitió la réplica de esta iniciativa en otros espacios geográficos del país, incluyendo el Tolima. En muchos de estos procesos regionales ha estado presente la iglesia católica que, reivindicando su doctrina social y su compromiso con la reconciliación entre los colombianos, ha promovido la constitución de los programas de desarrollo y paz.
Estoicamente estos programas se han mantenido en el país. La gran mayoría no han contado con apoyo de la institucionalidad pública, sino que han recibido la generosa solidaridad de la cooperación internacional que ha creído posible que un país históricamente azotado por la violencia puede construir iniciativas que permitan su reconciliación, convivencia y paz.
Se pueden mencionar muchísimas acciones que estos programas de paz han promovido con las poblaciones y en los territorios más afectados por la violencia. Resaltar su trabajo en el fortalecimiento de las organizaciones sociales y comunitarias, la formación de líderes y lideresas, el impulso de procesos productivos que buscan mejorar la condición de vida de las poblaciones más vulnerables, la promoción de procesos de incidencia acompañando agendas de desarrollo y paz entre otras.
Han innovado socialmente y buscan favorecer a las víctimas en los territorios. Entre ellos intercambian experiencias con el propósito de aprender las mejores prácticas, aquellas que se puedan replicar. Entre todas estas hay una que, sin ser impulsada por estos programas, acaba de reseñar el periódico El Espectador el pasado lunes 23 de julio que es bastante llamativa y se podría multiplicar en muchas de nuestras regiones. Se trata de la escuela socioecológica para la paz que se desarrolla en Lorica, departamento de Córdoba.
Se promueve un modelo que fomenta la socioecología que reivindica el papel de los campesinos e indígenas. Las familias construyen espacios campestres donde unen la vida humana, la vegetal y animal. Las parcelas las convierten en una especie de bosques, donde deben ser sembradas como mínimo 83 especies vegetales en las que haya al menos seis tipos de plantas diferentes: ornamentales, medicinales, energéticas, frutales, hortalizas y protectoras productoras. No es crear un jardín que adorne las casas sino un espacio donde puedan vivir diferentes especies de animales en su hábitat natural.
En la escuela participa toda la familia en los ciclos de formación, desde los niños hasta los viejos. Aquí es obligatorio que los productos sean para el consumo y solamente cuando esto ocurra pueden comercializar los excedentes o intercambiarlos con otras personas que participan en este proceso. Esta experiencia tiene más de 20 años y según los campesinos que están vinculados en ella, la paz es tener en su predio todo lo que se necesita para “vivir sabroso”.
Esta expresión que puede parecer cándida es la que deberíamos tener como propósito. Dejar atrás la pugnacidad, consolidar la implementación de los acuerdos con un sincero apoyo del gobierno, recuperar la iniciativa comunitaria, apuntalar el trabajo de los programas de desarrollo y paz a través de recursos públicos, avanzar hacia la reconciliación y la convivencia para que así podamos “vivir sabroso”.