La noticia no trasciende como otras con alta carga de frivolidad. Según las Naciones Unidas, este 15 de noviembre la población mundial alcanzará la suma de 8.000 millones de personas: ¡una barbaridad! Según el estudio de los Límites del Crecimiento del Instituto Tecnológico de Massachusetts conocido como el Informe del Club de Roma publicado en 1972, la población en 1.650 eran apenas 500 millones y su periodo de duplicación era de 0,3% anual. En 1.970 esta población subió a 3.600 millones y la tasa de crecimiento era del 2,1% anual, que correspondía a un periodo de duplicación de 33 años: ¡pavoroso!
Según las proyecciones actualizadas a los niveles presentes, seremos 9.700 millones de personas en 2.037 una fecha que está a la vuelta de la esquina: ¡un horror! A veces la humanidad olvida flagrantemente la advertencia del Club de Roma de esa época en el sentido de tener un planeta finito que enfrenta descomunales desafíos en la producción de alimentos, en el consumo de recursos y en el control de la crisis climática que hoy amenaza toda la especie humana.
El crecimiento galopante de la población pone de presente que las políticas emprendidas por los gobiernos han sido insuficientes. Desde hace 5 décadas era una preocupación la ausencia de una perspectiva humana pensada en el largo plazo y en un ámbito global, por el contrario, se ha venido imponiendo una opción centrada en los países que le apuestan en el corto plazo a un crecimiento sin límites y sin tener en cuenta que vamos como dice un líder mundial, con el acelerador a fondo hacia el despeñadero.
Por estos días en que acaba de pasar la COP27 en Egipto se habló demasiado sobre calentamiento global y cambio climático como los grandes problemas del siglo XXI, sin embargo, conviene enfatizar que una sobrepoblación como la que se presenta conlleva a un mayor consumo de recursos naturales, lo que conduce a una mayor degradación del medio ambiente y los ecosistemas, como quien dice, si no controlamos esta explosión demográfica, nos enfrentaremos a la destrucción de la vida en la tierra como se conoce actualmente.
Los estudiosos de la demografía señalan consecuencias gravísimas de la sobrepoblación como:
- Aumento de la tasa de desempleo. Las posibilidades de encontrar trabajo se reducen considerablemente.
- Mayor consumo energético.
- Disminución del nivel de vida.
- Disminución de la población en zonas rurales que acuden a los centros urbanos.
- Nivel de vida más caro: si hay sobrepoblación los recursos cada vez más escasos se encarecen.
- Aumento de la delincuencia por haber más personas sin recursos.
- Riesgos sanitarios especialmente por la contaminación hídrica en las zonas y países más pobres.
La solución a esta compleja problemática se centra en reducir la población, algo complejo que se soportaría en la opción de la generación joven de renunciar a tener hijos u optar mejor por la adopción en lugar de la reproducción. Nada fácil.
La historia dirá si la humanidad es capaz de enfrentar y resolver este desafío. Si la elección es evitar traer hijos al mundo o continuar especialmente en los países más pobres con la práctica cultural de hacer el amor frenéticamente sin ningún tipo de mecanismo anticonceptivo para seguir teniendo familias numerosas con miembros sin ningún futuro promisorio. En muy poco tiempo lo sabremos…