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Extrañando a mi madre
Publicado: diciembre 12, 2024

Hay épocas que propician alegría mezclada con nostalgia y melancolía. Son tiempos de encuentro familiar y remembranzas de la gente que uno amó y que ya no pertenecen a este plano terrenal. Cuando se les recuerda se combinan las sonrisas y las lágrimas. Se vienen las imágenes de momentos bellos compartidos e instantes sublimes aún en la más absoluta sencillez. El corazón se arruga y el alma se sacude.


La mezcla de emociones y recuerdos en este diciembre se centran en la ausencia y el extrañamiento de mi madre. Nos dejó a la edad de 94 años. Además de agradecerle por la vida que me dio, hay muchos momentos que vienen a mi memoria. Cómo olvidar su extraordinaria manera de reírse de las circunstancias y verle la cara amable a cada cosa: “…hay que reír de algo”, decía en instantes cruzados por la crispación de las emociones.
En muchos diciembres nos preparaba tamales deliciosos. Cada hijo hacía algo, pero la directora de la orquesta sin discusión era ella. No permitía que nadie le tocara los elementos de sus preparados pues decía que se le dañaban. Repartía tareas: conseguir las hojas, pelar las papas, cocinar las carnes, preparar cada elemento y finalmente amarrar los tamales ya envueltos con pericia.


Este servidor era muy poco lo que hacía en esa labor, pero acompañaba desde la sala el desenvolvimiento de la preparación. Claro me aprestaba para degustar y repetir los tamales exquisitos. Eran otras épocas y uno se podía regodear repitiendo golosamente y con anticipación lo que antes era la cena navideña.


Mi madre de origen indígena campesino era una maestra en el ahorro y la austeridad para cada cosa en la casa. Cuando iba a mercar conmigo decía que era un exagerado comprando alimentos. Que tocaba ahorrar y no malgastar. En las épocas de vacas flacas, lograba hacer rendir lo poco que había. Luego que esto cambió ella seguía señalando su filosofía de mantenernos gastando poco.


Acompañándome a los supermercados me hacía comprar vino de manzana y hasta media de aguardiente para tomar un traguito después de su ducha. Le gustaba siendo anciana salir a los centros comerciales porque decía le gustaba ver gente y tomarse un buen capuchino. Fue creyente y nos inculcó valores católicos. Le gustaba ir a misa cada semana. Hasta cuando pudo ser autónoma iba sin que nadie le ayudara a la iglesia o las capillas donde estuviera. Tuvo sacerdotes que la acompañaron hasta sus últimos días y hasta el arzobispo le absolvió de todos sus pecados en vida.


Nunca bailaba. Solamente en uno de los últimos diciembres y por motivación de mis hermanas y sus nietas me dio el privilegio de ser su pareja. Movía sus pies con impericia mientras me sonreía por la picardía de estar haciendo algo que desconocía. Ese momento sublime quedó guardado en un video casero que lo repito muchas veces, cruzado muchas veces por mis sonrisas y otras veces por mis lágrimas.

Te extraño madre. Te amé y te amo profundamente. Honro tu memoria. Me haces falta y agradezco todos los años que compartimos. Por las vivencias, por las enseñanzas, por los valores, por las risas, por los abrazos, por cada gesto donde nos demostrabas ese amor profundo que nos tuviste en vida. En esta navidad estarás con nosotros. En nuestros corazones. En nuestra memoria. En cada fibra íntima de nuestra alma. Será una segunda temporada de festividades decembrinas en dónde habitarás en los recuerdos de tus hijos, nietos y de todas las personas que tuvieron la dicha de conocer un ser sencillo, amoroso y muy humano.
Feliz navidad madre querida.

Autor: admin

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