En las geografías más complejas y golpeadas por la violencia en Colombia, allí donde los ecos del conflicto aún resuenan, los Programas de Desarrollo y Paz (PDP) han levantado su voz para transformar realidades. Desde hace más de 25 años, estas iniciativas han sostenido una lucha constante por construir territorios en los que la vida sea digna, bella y buena, enfrentando contextos marcados por la desigualdad, la pobreza y la persistente amenaza de la violencia armada.
Hoy, son 21 los programas activos que bajo la articulación de la Redprodepaz, siguen creyendo en la paz como un propósito común. Estos programas se han consolidado en territorios donde otros actores se han retirado, donde las promesas de desarrollo estatal han sido insuficientes y donde la población ha aprendido a resistir y a reconfigurar su cotidianidad en medio de la adversidad. Tolipaz, en el departamento del Tolima, es uno de los ejemplos más representativos de esta red de esperanza.
La apuesta de los PDP es profundamente incluyente. Su convicción de que el desarrollo y la paz deben construirse con todos y para todos los actores de los territorios ha permitido articular esfuerzos con campesinos, líderes comunitarios, jóvenes, mujeres, víctimas del conflicto armado y hasta antiguos combatientes. Este tejido humano, sostenido por la confianza y la esperanza compartida, ha sabido abrir espacios de reconciliación y construir condiciones de convivencia, aún en medio de las fracturas sociales más profundas.
El enfoque de los PDP trasciende las intervenciones asistencialistas y busca, en cambio, empoderar a las comunidades para que sean protagonistas de su propio desarrollo. Se promueven proyectos productivos sostenibles, se fortalecen capacidades organizativas y se generan espacios de diálogo y concertación. En esencia, se trabaja para que la paz no sea un discurso vacío, sino una realidad palpable en la cotidianidad de los territorios.
La Redprodepaz, como articuladora de estos procesos, se convierte en un escenario vital para conectar los esfuerzos de los pobladores con las entidades facilitadoras y de apoyo, promoviendo la paz desde las propias realidades de los territorios. Es un sistema que comprende la complejidad del conflicto colombiano y que, en lugar de imponer soluciones, escucha, dialoga y construye colectivamente. Su capacidad para tejer redes de confianza y colaboración ha sido clave para sostener los procesos en contextos de alta conflictividad.
Sin embargo, a pesar de los logros y las historias de resiliencia que se tejen en cada rincón del país, el respaldo institucional y el compromiso del sector privado siguen siendo insuficientes. Las empresas y entidades estatales de las regiones donde operan los PDP tienen una responsabilidad ineludible de apoyar y fortalecer estas iniciativas. No se trata solo de destinar recursos económicos, sino de comprometerse de manera genuina con la construcción de una paz estable y duradera.
Es urgente que las instituciones reconozcan el valor de estos procesos y asuman un papel activo en la articulación de políticas públicas que respalden el desarrollo integral de las comunidades. Del mismo modo, el sector empresarial debe comprender que su responsabilidad social va más allá de los informes anuales y debe involucrarse en el fortalecimiento de la economía local, generando oportunidades dignas y sostenibles.
A pesar de los desafíos, los Programas de Desarrollo y Paz seguirán resistiendo. Son más de dos décadas de aprendizaje, de caídas y levantadas, de conflictos y reconciliaciones. Son territorios que han decidido elegir la vida, que apuestan por la dignidad y que creen en la posibilidad de una paz auténtica y duradera.
La construcción de paz en Colombia no es tarea de unos pocos, ni se limita a los acuerdos firmados en mesas lejanas. Es un trabajo diario, persistente y complejo, que requiere del compromiso decidido de todos los actores. Mientras haya comunidades dispuestas a construir, a dialogar y a resistir, los PDP seguirán siendo faros de esperanza y motores de transformación en los territorios más olvidados de nuestro país.