En conversaciones con un amigo, perspicaz analista regional, alrededor de un buen café, coincidíamos que en el Tolima la historia no parece dar un salto cualitativo hacia el desarrollo, sino que nos repetimos recurrentemente en las mismas situaciones sin avanzar como podríamos. A pesar de contar con inmensos recursos naturales y un gran talento humano, seguimos siendo un departamento que no pesa en el concierto nacional, ni en lo económico y menos en lo político donde no logramos tener una representación robusta y destacada en el nuevo gobierno.
En lo político a pesar del surgimiento de nuevos liderazgos fundamentalmente alrededor del Pacto Histórico, lo que vemos es la concentración del poder en los partidos tradicionales, más precisamente en el partido conservador que se ha consolidado como la mayor fuerza electoral en la mayoría de los municipios tolimenses. En la campaña para el congreso fueron evidentes las prácticas políticas insanas, alrededor de la compra de votos y la cooptación de líderes municipales a través de dádivas que en su momento se denunciaron sin que nada pasara.
Es asimétrica y desigual una disputa política electoral enfrentando propuestas de sectores alternativos contra movimientos que impulsan las prácticas referidas, sin embargo, esto es lo que se insinúa en las próximas elecciones regionales, desde ya se alinean las fuerzas para una confrontación que pretende generar un cambio en los gobernantes de cada entidad territorial. El hecho que seguramente se presentará, es que la contienda no promueva un debate serio sobre el desarrollo regional y solamente se quede en la búsqueda de quienes nos van a gobernar para seguir haciendo lo mismo.
En el movimiento social, el panorama es sombrío. Hace décadas venimos hablando de la debilidad y desarticulación de este sector. Con excepción de los colectivos ambientales, los demás movimientos no repuntan. Los ambientalistas han liderado reivindicaciones de las comunidades, hacen presencia en los territorios, denuncian la problemática alrededor de los recursos naturales, han promovido consultas populares y han dado el salto de actores sociales a políticos con importantes resultados que les permitió incluso llegar al congreso de la república. Sin embargo, surgen preguntas intrigantes con respecto al movimiento campesino, los indígenas, los jóvenes, los sindicatos. Por qué no pesan? Será que no logran salir de sus reivindicaciones gremiales particulares y además se han dejado cooptar por las maquinarias políticas tradicionales?
La debilidad de la sociedad civil obedece a la falta de un proceso continuo de trabajo hacia su fortalecimiento. A diferencia de lo que acontece en otras regiones donde se valora el capital social, en el Tolima, se cuentan con los dedos de una mano las organizaciones promotoras de este propósito. La institucionalidad pública regional y local no ha tenido interés de desarrollar este tipo de iniciativas porque es más rentable electoralmente las obras físicas y de cemento. Es como si la institucionalidad tuviera temor de contribuir al fortalecimiento del movimiento social que sería un aliado fundamental para el desarrollo. Suficientemente estudiado está el hecho de que sin capital social no es posible el progreso de los territorios. Esperamos en este nuevo gobierno nacional un cambio frente a estas políticas y en el regional un alineamiento para trabajar en este sentido.
En el Tolima la historia se repite recurrentemente como tragedia, la situación podría cambiar si desde la sociedad civil hay una decisión de salir de este estado de marasmo y postración y si muchas instituciones promotoras del desarrollo ayudan en este propósito aunando esfuerzos con el sector público que se debe convencer de la importancia estratégica de este sector.