Se veía venir. Las curules de paz fruto del acuerdo del gobierno y la exguerrilla de las Farc iban a tener todas las dificultades imaginables. Desde la explícita intencionalidad del partido de gobierno de no querer sacarlas adelante, pasando por la intensa lucha jurídica para rescatarlas, la descomedida estigmatización que las define como nuevos espacios en el congreso para el terrorismo, hasta lo que presenciamos hoy cuando quedan pocos días para su elección este 13 de marzo: amenazas contra muchos aspirantes, ausencia de pedagogía electoral y especialmente falta de dinero para el desarrollo de las campañas.
Las curules de paz son la expresión de la lucha por ampliar la democracia en el país. Habitualmente profundizar la democracia asusta especialmente a los que históricamente detentan el poder, porque se han acostumbrado a ser ellos los únicos beneficiarios de los recursos públicos. En esta elección enmarcada en el acuerdo, se busca la presencia de otras voces y posturas políticas en el recinto del congreso. Se aspira a tener en este escenario a los verdaderos representantes de las víctimas, las organizaciones étnicas, sociales y comunitarios de los territorios que fueron arrasados por la confrontación armada.
El pasado domingo se publicó en El Nuevo Día una información preocupante sobre el desarrollo de la campaña electoral en el Tolima para la elección de las curules de paz en los municipios de Planadas, Ataco, Rioblanco y Chaparral. Una oportunidad como esta puede pasar rápidamente de ser una esperanza a convertirse en un desencanto. Las 11 listas de aspirantes se han enfrentado al gran desconocimiento que tienen las personas de las zonas rurales de estas municipalidades sobre esta elección. La gente mayoritariamente ignora lo particular y especial de esta contienda. Por la fuerza de la costumbre saben de la elección del congreso pero no de esta circunscripción territorial especial. Falta aún mucha pedagogía. Se requiere intensificar este trabajo informativo y persuasivo para motivar la participación de las personas en esta lucha democrática, si esta tendencia no se revierte el riesgo es la alta abstención que se puede presentar.
Había señalado reiteradamente el riesgo de la cooptación de las campañas por los partidos tradicionales. Según lo informa un candidato, con nombres propios, este fenómeno es un hecho incontrovertible. Los movimientos políticos, incluso los desafectos por esta elección mueven sus fichas, su estructura y sus recursos para tomarse estos espacios. Hay otras regiones del país donde se ha llegado al descaro de pretender que en esas curules se sienten no las víctimas sino los familiares directos de los principales victimarios. Sería por lo menos desalentador que esto ocurra y que toda una lucha por ampliar la democracia se frustre y termine en una mayor concentración del poder por los clanes políticos existentes.
Si estamos hablando de una elección de los territorios más olvidados y afectados por la guerra, era de suponer la inexistencia de recursos financieros de los candidatos para realizar sus campañas. El Estado según la norma que reglamenta estas curules de paz debe financiarlas, sin embargo las denuncias recurrentes de los candidatos, refieren que esto no ha ocurrido y por ello la gran vulnerabilidad surge de otros financiadores con intereses torvos y ajenos a las necesidades de las comunidades. Hay denuncias sobre los partidos políticos tradicionales con recursos millonarios para ciertos aspirantes, mientras otros se sumergen en la pobreza para hacer el trabajo electoral. Con un panorama de este talante se avecina una nueva desilusión y desencanto.
Se debe investigar y prevenir la presencia y financiación de lo que varios aspirantes a estas curules llaman “políticos entrometidos”. Parodiando un viejo slogan de campaña, se debe afirmar con vehemencia: “dejen jugar a las víctimas y organizaciones del territorio en las curules de paz”, “fuera los partidos políticos tradicionales entrometidos en una elección que no es la suya”.
Hugo Rincón González.