Las tertulias y los debates en los cafés con amigos y observadores de la política de la ciudad de Ibagué ponen al centro de la contienda dialéctica la disyuntiva de si en la capital musical seguirá primando la clientela o si por el contrario esta vez están dadas las condiciones para que se imponga el voto de opinión. Se hacen sustentaciones, se traen cifras, presentan razones y, por supuesto, la mayoría de las veces no hay acuerdo.
Quienes se alinderan con la tesis de la primacía de la clientela, sostienen que la preponderancia de los clanes familiares en la dirección de la política en la ciudad se impondrá. Según estos contertulios, las maquinarias siempre lo harán porque se apoyan en las personas adultas mayores, fieles seguidores de unos colores de partidos políticos tradicionales. A estos permanentes y leales militantes de sus movimientos, se les suman aquellos que transan su voto por el candidato que oferte beneficios particulares como dinero en efectivo, materiales de construcción, alimentos, medicamentos y un largo etcétera. En este sector están las familias en situación de pobreza y vulnerabilidad que fácilmente pactan su voto.
Hablando con un candidato repitente al Concejo de la ciudad, mencionaba que el voto de los sectores populares era lo más incierto para los candidatos. Estos piden de todo a todos los candidatos y no se sabe finalmente por cuál se van a decidir. Fruto de estas estrategias, se aprovechan para legalizar invasiones, acceder a servicios públicos y cuadrar caja en la temporada electoral. Reflexionaba ensimismado manifestando que su target electoral había cambiado drásticamente y en su actual campaña, el conjunto de votantes que busca seducir está en otros estratos.
Por el lado de los optimistas del voto de opinión, la coyuntura política del momento está servida para derrotar las maquinarias y elegir un candidato alternativo que no se soporte en las clientelas. Alegan además que con el frondoso ramillete de aspirantes habrá una gran dispersión en los votantes para generar las condiciones hacia el triunfo de los electores independientes y que no transan su sufragio. Mencionan que en Ibagué el presidente Petro obtuvo 124.515 votos, la abrumadora mayoría de votantes de opinión y esta cifra genera esperanzas de un porcentaje importante que podría alinearse con una opción distinta de la clase política tradicional.
Finalmente, sentencian como los más sesudos analistas que el voto de opinión es más moderno y que como respuesta al natural desgaste de la política tradicional, un gran número de personas de la ciudad se inclina a apoyar este tipo de opciones. En otras ciudades capitales esta afirmación es válida, pero en la ciudad musical está por verse.
Las campañas arrancan, los motores rugen. Se empiezan a organizar y realizar foros con los candidatos y candidatas donde se espera de ellos propuestas concretas para resolver tanto problema existente en la ciudad. Reitero que el voto es programático y la decisión del elector debe rebasar la simpatía hacia una u otra opción. No votamos por caras ni por quien sonríe mejor. Elegimos programas encarnados en personas generadoras de confianza en los electores. Líderes o lideresas alejados de la compra de votos, de las clientelas tradicionales, de las prácticas insanas y dispuestos a construir socialmente el territorio generando inclusión y equidad.
Falta un trecho largo, además porque en política las cosas cambian vertiginosamente y los contradictores se vuelven aliados insospechados. Ojalá la campaña discurra sin tanta pugnacidad y agravio que ya se dejan ver. El 29 de octubre sabremos si finalmente se impuso el voto de opinión libre e independiente o si por el contrario nos seguimos hundiendo en el pantano de la maquinaria y el clientelismo.
HUGO RINCÓN GONZÁLEZ