Se escuchan y se leen comentarios contradictorios sobre el lanzamiento de la gran obra de Gabriel García Márquez, el pasado 11 de diciembre en Netflix. Era de esperarse. En simultánea mundial se estrenó una serie de 8 capítulos largamente esperada. Con toda la espectacularidad y con un generoso presupuesto se presentó un producto estético que para algunos era imposible que lo llevaran a la pantalla.
José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán desde el primer capítulo nos introducen al maravilloso mundo de la imaginación y los cuentos escuchados por Gabo. Este laureado escritor siempre que se le entrevistó, refería que esta obra no fue fruto de su imaginación, sino que era el producto de la narración, la tradición oral de su familia y la cultura caribe. Sea como fuere, dio origen al realismo mágico considerado un hito para la literatura universal.
Entre los que halagan la realización que se ve por la plataforma Netflix, se destacan muchas cosas. Los actores y los personajes creados. La construcción de Macondo en el municipio de Alvarado-Tolima, como una réplica muy cercana a lo descrito en la novela. La fastuosidad del vestuario que requirió del arduo trabajo de muchos artesanos de plurales regiones del país. La valentía y el logro de recrear en el cine algo que parecía imposible. Los hermosos paisajes en la travesía para la fundación del pueblo. El canto de los pájaros, un trabajo gigantesco para ambientar un territorio de exuberante belleza natural.
Cada detalle se preparó con filigrana. Algunos críticos señalan que la casa de los Buendía es exacta a la descrita en la novela y que ni se diga del taller de platería de Aureliano. Aplauden la minucia en la creación y por supuesto reconocen que el director en la serie se concede algunas licencias creativas que no están precisamente en el libro.
Los críticos por el contrario se van lanza en ristre por lo que consideran una herejía que naufraga en los 8 primeros capítulos de la serie. Poco le reconocen a la producción. Lo más enfático que señalan es la imposibilidad de la coincidencia entre lo imaginado por los lectores y lo realizado en la serie. Ahí se complejiza la cosa porque ¿quién puede recrear la imaginación de cada lector de la obra? por algo se reconoce desde hace mucho tiempo que hay tantas interpretaciones como lectores de un libro y es imposible la coincidencia imaginativa.
Los primeros 8 capítulos recrean la esencia de la obra. La saga de los Buendía, sus pasiones desbordadas, la guerra y la violencia fratricida liberal-conservadora de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Las traiciones de los dirigentes bipartidistas. La dureza del coronel Aureliano Buendía. La soledad, esa que da el título a la obra y la serie, entre otros.
Cada espectador de Cien Años de Soledad hará su interpretación propia, acorde con su singularidad imaginativa y subjetiva. Lo indiscutible es el impacto de su lanzamiento a nivel mundial. Una primera temporada que se ve de una sola sentada por los interesados en la obra de Gabo y de este portento literario que se muestra en su obra cumbre.
Bien por la apuesta. Bien por el riesgo asumido. Bien por el Tolima que es el territorio para la recreación del universo de Macondo. Bien por quienes creen que es posible entender la obra estética de la serie como una manera de seguir inmortalizando esta novela de uno de los más grandes escritores de la literatura universal.
En buena hora emerge la serie y bienvenidos los nuevos lectores que seguramente surgirán cruzados por la curiosidad entre la novela escrita y la producción cinematográfica presentada en Netflix.