Imagen tomada de www.semana.com
Por: Hugo Rincón González
En estos turbulentos días, se evidencia el doble discurso de quienes históricamente detentan el poder. Lo que antes parecía válido y reivindicable ahora no lo es. Lo bueno en unas partes es malo aquí, especialmente si lo defendible coincide con mi ideología y lo rechazable se le debe endilgar a quien no coincide con la mía. Se defiende al unísono por parte de la gran prensa una narrativa para criminalizar a quienes protestan y defender a quienes flagrantemente vienen violando los derechos humanos en estas jornadas de protesta.
Veamos algunos ejemplos:
- Cuando los jóvenes en Venezuela marchaban y protestaban en contra del gobierno de Nicolás Maduro, eran unos héroes defendiendo la democracia de una dictadura. Ahora cuando los que marchan son los jóvenes en Colombia protestando por las medidas gubernamentales oprobiosas, son unos terroristas vandá
- Uribe en medio de la represión vivida por los venezolanos, pidió a los militares de ese país “dirigir” sus armas contra el presidente Nicolas Maduro para defender la democracia y a la gente que protestaba. En este paro nacional iniciado el 28 de abril, el mismo exsenador, pidió a soldados y policías utilizar las armas para defenderse del terrorismo vandálico, que según su interpretación son las personas movilizadas pacíficamente exigiendo sus derechos vulnerados.
- El partido de gobierno cuando no lo era, promovió, auspició y realizó con todo tipo de garantías varias movilizaciones en contra del gobierno de Santos y su proceso de paz. Claramente expresaban que era una marcha contra el gobierno y nunca se conoció ningún tipo de agresión en contra de ellos. En el momento presente, el mismo partido gobernando, en cabeza del presidente Duque, señala, estigmatiza, criminaliza y demoniza la protesta legítima de los sectores sociales. La movilización es buena si la promueven ellos porque defiende la democracia y mala si la desarrollan otros sectores criticando sus políticas, por ello llaman a reprimir, con la acción de la fuerza pública, a la ciudadanía inconforme.
- Se critica y señala la participación de la minga indígena en el paro nacional en la ciudad de Cali a pesar de ser reconocido como un movimiento pacífico, sin armas, con el poder de la palabra y sus bastones. Los tratan de “indios”, no se les reconoce como ciudadanos colombianos con plenos derechos y por el contrario les parece apropiado que sean agredidos con disparos de pistolas por sectores considerados “gente de bien” en una muestra evidente de paramilitarismo urbano a los ojos de todo el mundo y con la protección de la fuerza pública, como se pudo apreciar en algunos videos que circularon por las redes sociales.
- Las grandes cadenas radiales lanzaron una campaña gigantesca sobre el tema no más bloqueos. Sin duda es un aspecto que afecta la vida de los colombianos a lo largo y ancho del país, sin embargo, no se escucha la misma fuerza para promover tendencias referidas a que no haya más muertos en las protestas, a exigir claridad sobre los cientos de desaparecidos y al respeto de los derechos humanos de la ciudadaní
El momento es álgido y requiere equilibrio en los juicios, especialmente en los grandes medios de comunicación; una vez más demuestran a quienes sirven. Con excepciones de algunos periódicos nacionales y regionales, la gran prensa mira para otro lado. El ciudadano debe enterarse de la realidad del país a través de medios internacionales y de las redes sociales que vuelven a demostrar ser los vehículos a través de los cuales se conoce lo que está sucediendo.
Vivimos una turbulencia violenta. Se requiere un piloto avezado conduciendo la nave para salir de la misma. Seguramente los vientos se calmarán si se emprenden unas profundas reformas sociales que dignifiquen la vida de la gran mayoría de los colombianos. Las propuestas de muchos sectores están sobre la mesa, ojalá el gobierno los escuche y las implemente por el bien de todos.