“Este gobierno del cambio, no nos tiene viviendo sabroso como decían en la campaña. Todo va mal”. La expresión no es de Felipe Zuleta el peridista de El Espectador que nada de lo que haga el gobierno le gusta, ni de María Fernanda Cabal, la más ríspida opositora del presidente Petro, no, lo manifiesta un conductor contratista de una entidad pública regional. Esa es la percepción que tiene y se siente frustrado, aunque después reconoce que no votó por el actual mandatario, sino por el “ingeniero”.
Le pregunté que por qué manifestaba lo que decía y dijo: “lo dicen en la televisión y en las redes sociales”. Un humilde conductor que vive de su trabajo es un crítico feroz del gobierno y reivindica posiciones que no se alinean con los intereses de los sectores de los que él es originario. Diría un analista político que la matriz mediática de los grandes conglomerados que manejan los medios de comunicación han hecho su tarea. Un miembro de una clase popular desencantado por lo que escucha, ve y lee en este tipo de medios que se suma radicalmente a la oposición.
Recordé inmediatamente una anécdota ocurrida en una lejana vereda del municipio de Chaparral en los tiempos de la campaña por el plebiscito de octubre de 2016 alrededor del Acuerdo de Paz entre el gobierno y las Farc. Nosotros en medio de una temporada de lluvias intensa, haciendo pedagogía del Acuerdo. Explicando la agenda acordada. Poniendo en términos sencillos lo firmado y las oportunidades para los territorios afectados por el conflicto armado, sucumbíamos ante la andanada de mentiras que circularon en los medios masivos y las redes sociales.
En esa ocasión, luego de finalizar la presentación, se puso de pie una señora entrada en años y sentenció lapidariamente lo siguiente: “No estoy de acuerdo con eso. Tengo cuatro vacas y no es posible que el gobierno quiera darle dos a las Farc”. Además, “… quieren acabar la familia promoviendo que los hijos se vuelvan homosexuales”. Hágame el bendito favor, ese era el nivel del desacuerdo. Apague y vámonos, pues con estrategias basadas en mentiras lograron que la gente votara indignada derrotando el interés de blindar el Acuerdo de Paz.
La fórmula se repite. Como gotas de lluvia que martillan en cada momento, los medios y las redes trabajan en la demolición del gobierno actual. Nada les gusta. Invisibilizan logros en la economía, en lo social, en lo ambiental, en lo internacional, en el combate al narcotráfico, entre otros. Magnifican las dificultades, cuestionan cada acto de gobierno, promueven una sensación de inseguridad y la percepción de que vamos hacia el abismo inexorablemente.
La reiteración, las mentiras repetidas se vuelven verdades. Abonan el sendero para el regreso de una opción política enemiga de las reformas sociales tan urgentes en el país. Un gobierno que pica callos de grandes conglomerados, que ataca de frente a los narcotraficantes y no a los campesinos no les gusta y es inconveniente para sus intereses.
2024 es un año tremendamente retador para el gobierno del presidente Petro. Debe ser capaz de contrarrestar las narrativas del desastre promovido por infinidad de profetas y posicionar una que resalte lo positivo, los resultados que se obtienen y las metas que se cumplen. Debe ejecutar con eficacia el presupuesto nacional, sin corrupción y generando impactos fácilmente percibibles por la ciudadanía.
Si se endereza el rumbo, se corrigen los desaciertos, si se comunica con claridad y sencillez, a lo mejor un conductor como el que refiero y muchos ciudadanos de los sectores excluidos podrán afirmar con contundencia que el cambio avanza como se prometió y que el sueño de inclusión es no solamente posible, sino probable.