Imagen tomada de www.hoy.es
Por: Hugo Rincón González
Vienen tiempos complejos, es el acuerdo que hay entre los economistas. Todos hablan de la contracción que sufrirá la economía, en lo que no se ponen de acuerdo es en el valor porcentual de la misma. Las medidas necesarias de suspensión de las actividades de casi todos los renglones trajeron como consecuencia la crisis que se presenta y que según los analistas se profundizará. No es sino escuchar y leer a varios líderes de los sectores afectados para darnos cuenta de que el impacto del covid-19 ha sido devastador. Grandes, medianas y pequeñas empresas se vienen cerrando, haciendo crecer los niveles de desempleo de una manera espantosa.
La crisis que ya está presente viene agravando las desigualdades existentes en el mundo y también en los países desarrollados. Según los expertos este tipo de epidemias hacen que “…el mundo caiga del lado inclinado. Son de alguna manera una especie de acelerador y un revelador de debilidades”. Para decirlo más claramente, la pandemia ha vuelto más pobres a los que ya lo eran y está propiciando la llegada a esta circunstancia a los que antes eran parte de la clase media.
Según estudios que reseñan algunos periodistas, en Estados Unidos las personas de menores ingresos tienen tres veces más posibilidades de contagiarse y enfermarse gravemente con el coronavirus. Un análisis serio de este tema no existe en nuestro país. Lo que es claro es que los más pobres son los que han enviado en mayor proporción a “convivir” con el coronavirus ante la indolencia del gobierno que no ha sido capaz de implementar una renta básica para asegurar que las personas se puedan cuidar sin verse sometidas al abrazo tenebroso del hambre.
Está visto que en Colombia la tensión entre economía y salud se resolvió a favor de la primera. El confinamiento ordenado en los primeros días previno una gran cantidad de muertes a un costo ruinoso para la mayoría de los sectores productivos. El pulso se volvió insostenible para un gobierno que terminó cediendo ante las presiones no solo de los gremios sino también de las pequeñas y medianas empresas que son las mayores generadoras de empleo en el país.
Entramos en una suerte de “sálvese quien pueda”. Todos a trabajar y a producir como señalaba el fiscal general. Cuídense los que tienen condiciones y los demás expóngase al contagio. Salgan al rebusque los que no tienen otra opción, mientras los que poseen medios de producción se quedan en sus casas, apartamentos y haciendas observando el desarrollo de los acontecimientos.
Los gobernantes del Tolima ante esta situación exploran salidas y alternativas. Les preocupa cifras tan alarmantes como la del desempleo en Ibagué, especialmente entre los jóvenes que llega al 37,7%. Se disminuyen los recaudos por impuestos y en algunas entidades territoriales hay riesgo hasta de llegar a una situación donde no se pueda pagar ni siquiera la nómina.
Seguramente ante la crisis los alcaldes y gobernadores deberán orientar sus Planes de Desarrollo básicamente hacia la reactivación de la economía. Redireccionar los presupuestos públicos pensando en las necesidades más apremiantes que tienen los territorios. Pensar y actuar en pro de la generación de empleo e ingresos para la gente. Promover iniciativas productivas, estimular el desarrollo del campo, atraer inversión, gestionar ayudas del gobierno nacional, articular acciones con los gremios y el sector solidario, buscar apoyos de la cooperación internacional en lo técnico y lo financiero entre otras acciones.
Son tiempos difíciles los que afrontan los gobernantes y los mismos marcarán el tono de la campaña electoral que se precipita, especialmente la contienda presidencial. Faltando aún bastante tiempo para esta elección ya se insinúan los primeros nombres y aspirantes. Con toda seguridad en esta coyuntura que se avecina se pondrá sobre la mesa una estrategia enfocada en las necesidades más inmediatas y vitales de la gente. Se volverá a hablar del cambio o seguir en más de lo mismo, en la recuperación del sistema de salud, pero especialmente en un lema utilizado por Bill Clinton en su batalla contra George Bush que señalaba con énfasis: “La economía, estúpido”.