Nadie bien informado habría pensado cándidamente que la apuesta por la paz de este gobierno progresista sería fácil.
Algunos partían del supuesto de que especialmente los grupos insurgentes podrían sentirse más a gusto con un mandatario de origen de izquierda y por ello la negociación fluiría de una manera más expedita. Los hechos han mostrado lo contrario. Las dificultades que algunos llaman grietas en la paz total son evidentes y alegran a algunos sectores que desean el fracaso de esta política del presidente Petro.
Dos hechos han ensombrecido el panorama haciendo incrementar el escepticismo de la opinión pública y dándole elementos a la oposición a esta iniciativa de la paz total. El primero fue el asesinato aleve de cuatro niños indígenas en el departamento del Caquetá, reclutados a la fuerza por el Estado Mayor Central de las Farc dirigido por Iván Mordisco, el mismo que el gobierno de Duque había reportado como dado de baja.
Esta masacre es una clara violación a los acuerdos construidos con el gobierno y obligó al presidente Petro a ordenar operaciones ofensivas contra esta estructura en el Meta, Guaviare, Caquetá y Putumayo. Este grupo con 3500 integrantes, según fuentes de inteligencia, tiene presencia en varios departamentos del país y amenazó con desatar un escalamiento militar como respuesta a la postura del primer mandatario.
El segundo hecho violento es el atentado con explosivos del Eln contra la policía en Tibú en Norte de Santander que dejó varios muertos. Este acto terrorista es un golpe a la mesa de negociación que se viene desarrollando en La Habana y que aspiraba a llegar a un acuerdo sobre el cese al fuego bilateral por regiones entre el gobierno y esta guerrilla. Esto vuelve a propiciar el desánimo de un sector importante de la opinión y el señalamiento de opositores que hablan de una claudicación del estado ante los embates de los violentos.
Muchos críticos siguen existiendo sobre esta iniciativa de paz total desde diferentes orillas. Con estos lamentables sucesos se hace evidente la ausencia de una estrategia de negociación consistente de parte del gobierno. Se señala la inexistencia de una metodología clara y públicamente conocida para alcanzar el sueño de la paz. Abrir tantos frentes simultáneos además de ser un trabajo y esfuerzo titánico de negociación con los diferentes grupos se vuelve más complicado sino hay una estrategia robusta y conocida por la ciudadanía.
Estas circunstancias dan pie a preguntas intrigantes acerca de cual es el real interés del presidente en este frente de la paz total. Si su interés se centra más en el legado que pueda dejar si se aprueban las grandes reformas sociales que coadyuvarían a generar un ambiente de paz social y política, o a negociar con los grupos armados irregulares que llevan décadas en la lucha militar sin hacer señales claras de querer dejar las armas.
La historia del país ha demostrado que la confrontación militar de mano dura no fue capaz de derrotar la guerrilla y por el contrario fue una negociación política la que permitió la dejación de armas de más de 13 mil combatientes de las extintas Farc.
Los nostálgicos de la guerra piden el regreso del país a las épocas de mano dura por estas grietas que aparecen en el proceso. Se frotan las manos ante esta posibilidad, sin embargo, es bueno reiterar que solamente el trabajo por la paz de una manera comprometida y sincera puede dar los frutos requeridos de avanzar en la senda de la concordia y la convivencia entre los colombianos.
Reitero, el silencio de los fusiles entre los ejércitos enfrentados no es suficiente para el logro de la paz, pero si es una condición fundamental para su consecución. Particularmente, a pesar de grietas y nubarrones en el paisaje, prefiero una apuesta decidida por la convivencia y la reconciliación de los colombianos.