En estos días en que se extingue un año más, pululan todo tipo de mensajes por las redes sociales y especialmente por WhatsApp. Muchísimos son alusivos a las fiestas decembrinas y las nostalgias que nos despiertan estas fechas. Hay tarjetas, videos musicales de los setentas con la música bailable de antaño, memes graciosos y un extenso etcétera. Dentro de todos estos mensajes, algunos recurrentes que se repiten son los alusivos a tiempos pasados y a las edades de quienes los propician.
Varios de ellos los envían personas que estudiaron el bachillerato conmigo finalizando la década de los setenta. Uno en particular me produjo una sonora carcajada: hay dos muñecos de sendos ancianos desternillados de la risa por alguna ocurrencia, mientras se deja ver al fondo una biblioteca plagada de libros, seguramente leídos por el par de personajes. El tema de fondo del que ahora nos burlamos es el tema de la vejez, del envejecimiento al que todos sin excepción nos vemos abocados, de ese tiempo implacable que pasó como dice un poeta. Nos reímos por no llorar pues es evidente que nuestra época de juventud se fue hace mucho tiempo.
Alguna vez en la televisión presentaron una entrevista de los últimos días de una gran actriz: Teresa Gutiérrez. La periodista conocedora de sus dolencias de esa etapa de su vida, le indagaba por su salud. Teresita como la llamaban sus colegas, mirando a la cámara le respondió con una amplia sonrisa, diciendo: “… realmente no es que esté enferma, a mi lo que me tiene mal se llama la puta vejez”. Así de contundente y claro. Ahora mismo algunos científicos consideran la vejez como una enfermedad y se conoce que existen miles de investigaciones buscando revertir esta circunstancia, pretendiendo prolongar la vida la mayor cantidad de tiempo. Sentencian que se podrá vivir más y con mayor calidad.
Según muchas publicaciones y libros: “Hoy la biología se une a la tecnología para ofrecer terapias revolucionarias que revierten la enfermedad, alargan la esperanza de vida, retrasan el envejecimiento y nos permiten sacar el máximo partido a nuestro recurso más poderoso: la propia fuerza vital del organismo”.
Motivado por los memes y mi propio interés he estado leyendo un libro brutal en el tratamiento de estos temas: La fuerza de la vida de Tony Robbins. Queda uno fascinado de todo lo planteado allí. Hay tratamientos para la curación, la regeneración y la longevidad (sin cirugía). Se habla del uso de las células madre para tratar una gran cantidad de dolencias y enfermedades, entre ellas las secuelas de los accidentes cerebrovasculares, la recuperación de lesiones de ligamentos, el manejo de la leucemia. Se describe una cirugía cerebral sin incisión que utiliza ultrasonido para aliviar enfermedades neurodegenerativas, entre otras.
Hay un campo gigantesco de la investigación científica en esta área del conocimiento, puesto que la población de ancianos en el mundo crece, solamente en 2019 se tenía un registro de 703 millones de adultos mayores y la cifra aumenta cada día. Varias reflexiones cruzan estas lecturas, la más fuerte es que si vamos a ser inexorablemente viejos, debemos llegar a esta etapa de la vida sanos y no ser una carga para el sistema de salud de los países y las familias.
Si todos los avances que empiezan a aparecer y vendrán en un futuro próximo se consiguen, ese par de viejos desternillados de la risa del meme tendrán motivo para que sus carcajadas se mantengan aparatosas, porque el futuro de los ancianos no será tan cruel y despiadado como hasta ahora, sino que será saludable, plácido y digno.