Por: Hugo Rincón González
Visitando una plaza de mercado en Ibagué conversé con una señora, entrada en años, que vendía productos agrícolas en su puesto de comercialización. Se quejaba de las ventas y decía que “en nuestro país deberíamos sufrir de cualquier cosa, menos de hambre”. Me mostraba la gran cantidad de productos que llegaban a la plaza los martes y los jueves para abastecer la demanda de alimentos de los ibaguereños. “Es demasiada la variedad y cantidad de productos que llega para satisfacer las necesidades de la gente”, remató diciendo mientras se retiraba a atender una cliente que se acercó a preguntar por algo.
Esta es la escena que vemos en plazas de mercado y numerosos surtifruver que pululan por todas partes. Lo que no registramos es la tras escena: todo lo que ocurre en el campo para abastecer de alimentos a las ciudades y centros poblados. Allí, en la zona rural, sucede todo el esfuerzo productivo de los campesinos, sus sacrificios y su trabajo para producir sin mayores apoyos del estado. El olvido gubernamental, el deterioro de las vías terciarias, las fauces siempre abiertas de los intermediarios, la presencia de grupos irregulares, entre otros.
Toda esta compleja problemática que se presenta como común denominador en todo el país fue discutida por varios programas de desarrollo y paz presentes en heterogéneas regiones de Colombia. Coincidían en la necesidad de trabajar en materia de alimentación y generación de ingresos en el campo, cuidando los ecosistemas y generando mejores condiciones de vida para las comunidades.
La reflexión no solamente problematizó la situación, sino que de ella surgió una iniciativa que vale la pena compartir como un elemento a considerar a nivel del departamento del Tolima. La propuesta de estos programas entre los cuales estuvo Tolipaz, le apuesta a asegurar que los sistemas alimentarios sean fuente de regeneración y recuperación económica territorial, asegurando la seguridad y soberanía alimentaria a través de mercados solidarios, eficientes, transformadores y regenerativos.
Se reivindica la estrategia del aprender haciendo y se mencionaron acciones alrededor de: 1) promover cosechas de agua, 2) crear una red de semillas nativas, 3) hacer uso de laboratorios de suelos, 4) impulsar la agroforestería y los policultivos, 5) trabajar en la producción de bioinsumos, y, 6) mejoramiento de suelos.
Se resaltó la importancia de impulsar los mercados campesinos y fomentar su realización periódica como un elemento clave para visibilizar sus productos e impulsar un mercado justo. Igualmente se planteó la necesidad de que estos mercados se articulen con plataformas digitales de comercialización como la que ya existe en Ibagué denominada Pazalcampo, que, desde el mes de septiembre de 2020, viene ofertando mercados campesinos de una manera virtual y trabajando con asociaciones de 6 municipios del Tolima.
Un aspecto fundamental desde los programas de desarrollo y paz es crear una marca social de los productos para los campesinos comprometidos con la regeneración. Esta marca deberá funcionar como un sello que evidencia la procedencia de dichos productos como cultivados por víctimas y comunidades afectadas históricamente por la confrontación armada en el país. Se busca que el consumidor entre a apoyar este tipo de iniciativas existentes en heterogéneas regiones.
Otro elemento a destacar es la estrategia de generación de alianzas con instituciones de educación superior que promuevan la presencia de la institucionalidad y su experticia en los territorios. Para el caso particular, se debería comprometer a la Universidad del Tolima que tiene un nivel superlativo en las carreras agropecuarias. Este centro de formación superior en alianza con ONG´s podría hacer un proceso de capacitación en agroecología vinculando herramientas tradicionales e innovaciones tecnológicas, entre otras.
Todos estos componentes referidos en la propuesta que promueven los programas de desarrollo y paz son pertinentes para ponerlos en práctica en los territorios, seguramente si lo hacemos una realidad, podemos decir como la señora de la plaza de mercado, “en nuestro país deberíamos sufrir de cualquier cosa, menos de hambre”.